Javier Calvo Puig, Doctor en Historia
La ciudad de Dénia le debe su nombre a Diana, diosa romana de la Naturaleza y de la caza, pues Dianium es el nombre que tenía el asentamiento romano republicano del S. I. antes de nuestra, que se situaba en el barrio de Baix la Mar muy cerca del actual Els Magazinos, en la prolongación de la calle Ronda de las Murallas con el cruce hacia la calle puente (y ocupado por un parking en nuestros días). Pero ¿por qué esa diosa y no otra?
El sinuoso origen del nombre de la ciudad
La ligazón de la ciudad con la diosa griega Artemisa y su templo la conocemos gracias al historiador griego del S. I a. C. Estrabón, que la cita en la primera guía de viajes de Hispania, el libro III de su famosa Geografía (lo cual tiene su mérito, pues lo redacta alguien que no viajó a nuestra península):
“Entre el Sucron y Cartago hay tres poblados de masaliotas no muy lejos del río. El más conocido de ellos es Hemeroscopeion, que posee sobre el cabo un santuario muy venerado de la Ártemis Efesia, del cual se sirvió Sertorio como base de operaciones para sus empresas marítimas por estar bien defendido y ser propio de piratas y visible desde muy lejos para los que llegan por mar. Se llama Dianium, es decir, Artemision.”
Evolución iconográfica de diosas ligadas a la Naturaleza en el Mediterráneo: de la Astarté fenicia (Isthar, de origen mesopótámico) culto de la madre naturaleza, la griega Artemisa, a la romana Diana. Nótese en la representación de la Astarté del Louvre la Luna sobre su cabeza.
Gracias a esta descripción se consideró que Dénia había sido fundada por los griegos, que la llamaron Hemeroskopeion, “atalaya del día”, y se construyó en ella un templo dedicado a la diosa Artemisa de Éfeso. Actualmente sabemos, gracias a los estudios del profesor Fco. Javier Fernández Nieto, que dicho nombre no designaba ninguna colonia, sino una atalaya de vigía (thynnoskopeion) para la captura de atunes en almadrabas, en su migración de regreso al Atlántico tras desovar en el Mar Negro. Los griegos aprendieron de los fenicios el arte de la pesca en almadrabas, quienes, para favorecer las capturas hacían sacrificios a la diosa Astarté/Tanit. No se trataría de un asentamiento permanente (no hay vestigios arqueológicos griegos), sino sólo en la temporada de paso de atunes, que generaría un altar votivo origen del futuro templo.
El nombre de Dianium para denominar a nuestra ciudad sería la evolución cronológica de la devoción hacia diosas favorecedores de la caza (y pesca): de la fenicia Astarté, a la griega Artemisa, finalizando en la Diana romana.
Representaciones tradicionales de la diosa Diana. Las dos de la derecha son la misma la cabeza de la diosa encontrada en unas excavaciones en Dénia en el S. XIX pronto desparecida, y recuperada por el museo arqueológico en 2003.
Para liar un poco el asunto del origen del nombre de Dénia, puesto que las fuentes citaban que Hemeroskopeion estaba situada al lado de una ciudad íbera, el hallazgo de una moneda que se identificó como procedente de Diniu planteó otra posibilidad para el origen de su nombre. En base a esa moneda ibérica hallada en el S. XIX, el gran historiador Antonio García Bellido, siguiendo a Estrabón (y otros eruditos), al corroborar la existencia de poblados íberos en el Montgó afirmó que “la factoría griega debía estar junto a una ciudad indígena, como Mainake junto a Mainóbora o Mainoba, y Emporion junto a Indike. Esta ciudad ibérica conocémosla en su nombre, al menos por las monedas, donde aparece como Diniu. De este nombre vernáculo, y quizá asociándolo al hecho de tener un famoso Artemisión, pudo venir la adaptación latina de Dianium como mera interpretación etimológica de un homofónico indígena. De aquí a su vez pudo surgir la interpretación straboniana -o de sus fuentes- suponiendo para Hemeroskopeion un tercer nombre, el de Artemisión, forma griega del latino Dianium”.
Es decir, el nombre de Dénia vendría de la ciudad ibérica de Diniu, próxima a Hemeroskopeion. Lástima que la realidad estropee una bonita historia. El profesor Enrique Pla Ballester, gracias a los avances en la transcripción de la lengua ibérica, demostró que la moneda que había dado el equivalente topónimo Diniu realmente ponía otro nombre… y se refería a otra población: Tabaniu, en el valle del Ebro en Tarragona.
Moneda descubierta en el S. XIX que se identificó con la ciudad íbera de Diniu. Fue una mala transcripción, pues realmente se refería a otra ciudad del valle del Ebro.
En resumen, la ciudad de Dianium tomaría su nombre de la equivalente romana de la diosa griega Artemisa (con similitudes a la fenicia Astarté), gracias a la existencia de un templo a ella dedicado en nuestra ciudad. Esto aparece perfectamente explicado en la primera historia de nuestra ciudad, que con el expresivo nombre de Diana Desenterrada, escribió el dominico e historiador dianense Marco Antonio Palau en 1643:
“Creció el templo [de Diana] en devoción y grandeza de tal manera, que poco a poco fueron comunicando su nombre a la Ciudad que se llamaba Hemeroscopio, y de allí adelante empezó también a llenarse Artemis, y luego Artemision. Y este nombre con el de Hemeroscopio le duró hasta que los romanos empezaron a entrar en España. Y como poco a poco fueron haciéndose señores de ella; fueron también introduciendo la lengua latina, y así trocaron el nombre de Artemis en el de Diana y el de Artemision en el de Dianium. Y acordándose que antes también se llamó en griego Hemeroscopion, que es atalaya de día; también ellos la llamaron Specula diurna. Y como llegase después esta ciudad a ser tan principal y numerosa; que la escogió a Quinto Sertorio por plaza de armas y atalaya suya, para descubrir las Armadas romanas, donde tuvo algunos años su Palacio y corte, vino a llamarse con los demás nombres, Specula Sertorii y Atalaya de Sertorio. Aunque el nombre más ordinario, y común después de la entrada de los romanos fue el de Dianium, por el templo de su diosa Diana: y de este nombre latino sacaron los Godos, y Españoles el de Denia, y este fue su nombre siempre, así en tiempo de los dichos Godos, como en tiempo que España fue de moros, sin haberse alterado jamás desde entonces hasta hoy”.
Láminas de la Historia de la ciudad de Denia de D. Roque Chabás en las que aparecen diversos objetos de época romana encontrados principalmente en el Hort de Morand.
La Diosa Diana
La diosa Diana tenía múltiples facetas, que aumentaron con el tiempo y la popularización de su culto: diosa de la Naturaleza salvaje, de la caza, de la castidad, de la Luna, ayudaba a las embarazadas… Se la solía representar como una mujer joven, con túnica corta, arco y carcaj, una diadema en forma de luna y acompañada bien de un ciervo o de un perro. Según se quisiese destacar una faceta de la diosa se primaba un atributo en especial.
La diosa Diana era hija del padre de los dioses Zeus, insaciable adúltero, pero no de su esposa (y hermana) Hera, sino de una titánide: Latona. Fruto de su unión nacieron dos hermanos mellizos: primero Diana y luego Apolo. Como hemos señalado, su primera asimilación fue como diosa de la Naturaleza, por ello su culto en Grecia estaba ligado a las zonas campestres. Aparecía en las noches de Luna, donde animales ¡y plantas! danzaban en su honor. Como diosa de la naturaleza debía permanecer virgen y protegía a las parturientas y recién nacidos, pues al fin y al cabo ayudó como comadrona a su madre Latona en el parto de su hermano Apolo. Y si Apolo era asimilado al Sol, Diana era identificada como la Luna, por ello se la solía representar con una diadema en forma de Luna creciente.
Como diosa de la caza se la simbolizaba como una joven esbelta, con una túnica corta, carcaj de flechas y arco, sandalias, junto a ella bien un perro de caza, bien un ciervo. La representación del ciervo hace referencia a varios aspectos: era el animal a ella consagrado, también era el animal que tiraba de su carro, y especialmente por la leyenda de Acteón…
Tres representaciones de la diosa Diana en la historia del arte: la Artemisa cazadora griega, Diana en un fresco romano y en la renacentista escuela de Fontainebleau.
Según la mitología, el joven Acteón era un avezado cazador, que fanfarroneaba diciendo ser mejor cazador que la mismísima diosa. En una de sus correrías tuvo la mala fortuna de ver a la diosa Diana bañándose. Se quedó fascinado por la perfección de la diosa. Ésta al sentirse profanada al verse desnuda (era diosa de la castidad…) convirtió a Acteón en ciervo, quien fue devorado por sus propios perros de caza al confundir a su amo con una presa. Nadie dijo que las diosas no pudieran ser crueles.
Los romanos celebran un festival de antorchas o idus hecateanos (o Nemoralia), en su honor en las idus del sexto mes (13-15 de agosto, enero y febrero son añadidos posteriores), que el cristianismo asimiló luego a la Virgen de la Asunción. ¿Cuál es la patrona de Dénia? Efectivamente, Nuestra Señora de la Asunción, cuya festividad es el… 15 de agosto.
Otras representaciones de la diosa Diana: un ánfora del S. V a.C. con su madre Latona y su hermano mellizo Apolo, y la famosísima de Boucher tras el baño, antes de ser descubierta por Acteón.
Otras leyendas de la diosa y su templo
Dianium creció en importancia cuando el general Quinto Sertorio, entre el 82 y 72 a. C. la eligió como base naval en la guerra civil contra Pompeyo. Un hecho que ligaba a Sertorio con la diosa Diana era que, según las crónicas, se hacía acompañar de una cervatilla blanca que le susurraba al oído consejos divinos. Veamos cómo nos lo cuenta Marco Antonio Palau:
“Tenía Sertorio en Denia una cervatilla toda blanca sobremanera, (…) el cual la crió de su mano tan mansa, y halagüeña que como un gozquillo se huía tras de él, y lo acompañaba, y siendo llamada por Sertorio, venía corriendo, aunque fuese por medio del ruido de las armas.
Acostumbrola en secreto a tomar la comida de dentro de sus oídos, y como la tuviese tan hecha esto, llamándola Sertorio y inclinando la cabeza, llegaba la cervatilla a poner los labios en sus oídos con que le fue muy fácil hacer creer a los españoles, y romanos de Denia, que aquella cervatilla se la había enviado por medio de Spano la diosa Diana (de quien el dicho, Sertorio se mostraba devotísimo) por ser animal consagrado a ella, como diosa de la caza, y que la misma diosa le hablaba, y daba grandes avisos, por medio de aquella cervatilla. Y para confirmar el crédito de esta invención, cuando le llegaba a Sertorio alguna nueva importante, la tenía secreta hasta que estando en público, llegaba a él la cervatilla al oído, y luego publicaba Sertorio lo que el ya por aviso sabía en secreto; diciendo que la cervatilla se lo revelaba entonces; y como esto se confirmaba con la nueva cierta que se publicaba después, vino a tenerse por tan cierto, que veneraban a la cervatilla como a la misma Diosa. Y con esto y la gran devoción que Sertorio mostraba a Diana, se le hacían tantas fiestas, y sacrificios que el templo de Denia, que se aumentó en ella sobremanera el culto, y religión de esta Diosa”.
Representación del Templo Artemisa en Efeso de Maarten van Heemskerck, considerada una de las siete maravillas de la antigüedad antes de su incenido, y restos del templo dediacado a Diana en Mérida a principios del S XIX de la obra de Laborde.
Ser sacerdote de la diosa Diana no una bicoca, había un requisito indispensable que también nos cuenta Palau (pues era una diosa que debía permanecer siempre virgen): sus sacerdotes tenían que ser castrados, por ello también estaba vetado a los hombres libres y eran sus sacerdotes inicialmente esclavos huidos que buscaban refugio en su templo.
Por fuentes clásicas sabemos otra costumbre terrible: para ser sumo sacerdote del templo había que matar al anterior en el cargo. La costumbre se estableció cerca de Roma, en las proximidades del lago Nemi (que los poetas latinos llamaban Speculum Dianae, espejo de Diana) por el reflejo de la Luna en sus aguas (ya vimos que Diana también es diosa lunar). Dentro del recinto del santuario había un árbol sagrado (según unos un ciprés, según otros un abeto), de él se arrancaba una rama y con ella se retaba a muerte al sumo sacerdote. El vencedor del combate singular se convertía en el nuevo sumo sacerdote, o Rex Nemorensis.
El cambio a Daniyya
El nombre de la ciudad se mantuvo incólume con la caída del imperio romano, la conquista temporal por los bizantinos del S. VI y los visigodos. Sin embargo, la llegada de los musulmanes tras el pacto de Teodomiro de Orihuela a partir del 714, le trajo un cambio en su nombre por cuestiones de pronunciación, pasando a ser la musulmana Daniyya.
Con este nombre tuvo una etapa de esplendor en el S. XI, en el que fue capital de un reino taifa independiente entre 1010 y 1091 gracias a su importante puerto.
Recuperará su nombre, pero con la grafía de Denia con la reconquista cristiana de 1244 que se mantendrá hasta la actualidad… o casi.
Diana vuelve a Denia
En 1837-39 el barrio de Baix la Mar se independizó de la ciudad de Dénia. Era un lugar que estaba físicamente separado del resto de la ciudad, pues se situaba fuera de la muralla defensiva, poseía numerosos almacenes, vivía fundamentalmente del mar, tanto por la pesca de subsistencia, como por la navegación de altura (para la exportación de la pasa que daba fundamento económico a toda la comarca).
Y ¿qué mejor nombre para el nuevo lugar que Diana? Al fin y al cabo, se situaba en el lugar donde estaba la ciudad romana de Dianium y su actividad principal también estaba ligada al puerto. Así pues, brevemente, la diosa Diana volvió a reinar en la zona que fue el origen de nuestra Dénia actual.
Tras su reintegración a denia vino el olvido, aunque a fines del S XIX gracias al crecimiento de la ciudad una calle que servía de conexión de la puerta del mar con el naiente ensanche recibió su nombre: la calle Diana; al final de la misma hacia la zona de El Fortí en 2010 surgió el Bosque de Diana.
La Diosa Diana de Els Magazinos.
La Diana que contemplamos en Els Magazinos es obra del dianense Salvador Seguí Ahuir, cuarta generación de herreros de nuestra ciudad, quien firma la única escultura de la diosa en nuestra ciudad.
La herrería Seguí aparece por primera vez, de forma oficial en la Matrícula Industrial del Ayuntamiento de Dénia de 1925-26, bajo la égida del pedreguerense Salvador Seguí Fornés en la Plaza Válgame Dios. Es la única herrería de las seis que entonces se encontraban en la ciudad que sigue en funcionamiento; si bien aún es más antigua, puesto que en 1902 D. Salvador Seguí ya tenía una forja (vivía en la cercana Calle Estrella) que no aparece en las matrículas oficiales, pero que sí se publicitaba en el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración de1904... Su hijo Juan Seguí Ferrer (n. 1906), fue la segunda generación, continuada por su nieto Salvador Seguí Fayos (n. 1938) y ahora con Salvador Seguí Ahuir.
Tres instantáneas de la única estatua de la diosa Diana que existe en la ciudad que le debe su nombre.
La Diana de Els Magazinos, de más de 120 Kg. de peso, realizada en chapa de hierro, soldada a mano con soldadura eléctrica, sigue la mayoría de los atributos de la diosa conocidos: es una mujer joven, delgada, con cabello recogido, calígulas (sandalias), toga corta de caza ceñida con cinto, carcaj con flechas, perro a su lado olisqueando la presa. Está en actitud de preparar una flecha con la vista en su futura captura.
Presenta dos diferencias respecto a las representaciones tradicionales. Ya vimos que el ciervo era intercambiable por el sabueso. No presenta su diadema característica, referencia a la Luna, y como originalidad se le han colocado tres rosas a su lado, que sirven para dar equilibrio y dinamismo al conjunto. También es una alusión a la dualidad de la diosa y la rosa, ambas bellas por naturaleza, pero que pueden herir con sus flechas o sus espinas.